Llevaba
tiempo siguiéndola a la biblioteca, la veía teclear incansable, levantarse, dar
una vuelta a la sala mientras pensaba y volver a sentarse para seguir
escribiendo. Parecía una estudiante terminando un trabajo para clase, con su
largo pelo negro y su cara de muñeca de porcelana.
Alguna
vez creí que me había sorprendido mirándola, pero fueron todo imaginaciones mías.
En el fondo es lo que deseaba, que levantara la cabeza, me viera y me hiciera
una señal para que me sentase a su lado y compartiese con ella esos momentos.
Me habría quedado callado, sin molestar, viéndola ejecutar su obra, como un músico
que toca las teclas del piano, pero esta melodía sería silenciosa.
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