sábado, 30 de agosto de 2014

La visita










No podía parar de mirar a “mi padre“, de escuchar cada palabra que decía por miedo a que por su boca saliese algo que estuviera fuera de lugar. No es que fuese un hombre que no supiera comportarse, todo lo contrario, caía bien a todo el mundo por su carácter afable y campechano. Era educado y cortés, pero no dejábamos de ser humilde gente de barrio al lado de una familia que disponía de todo tipo de privilegios, y aunque yo casi me sintiera uno de ellos, seguía temiendo al rechazo.


Andrajos

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