"Ahí llegó el punto de no retorno, el punto en el que uno deja
de querer no discutir y pasa a soltar por la boca cosas que quizá no sienta, o
quizá sí, y necesita decirlas, herir, lastimar al otro. Así fue nuestra
convivencia durante los dos años siguientes, dos desconocidos que saben de la
existencia del otro porque oyen abrir o cerrar una puerta, o porque alguno ha
terminado el rollo de papel higiénico y no lo ha repuesto, y el otro llega, lo
descubre, y maldice ese error como si fuera imperdonable."
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